Él estaba otro día sentado en la misma silla, leyendo ese mismo diario de deportes. Sorbiendo uno de los mejores cafés que hacían en esa ciudad. Como siempre, estaba solo, cerca de la cristalera de la pequeña cafetería antigua y mirando intermitentemente para el exterior. La gente andaba a toda prisa por la calle. Una de muchas. Acabó, dejó el euro en la mesa y marchó con la cabeza mirando para sus ropas. El hombre se avergonzaba de si mismo pero mantenía una pulcra apariencia con sus ropas bien asentadas en todo momento. Vestía con ropa vieja y se notaba que no tenía para más pero mantenía la elegancia y la sobriedad de un gran señor que no quería llamar la atención. Su cinto estaba a punto de darle una mala pasada, sujetaba ese pantalón de lana que algún día fue de su talla. Él era un gran hombre, siempre mantenía la compostura hasta cuando ciertos personajes le robaban el poco dinero que recaudaba dibujando, retratando a los viandantes que se paraban a contemplar la orilla de este...
Mil cosas escritas sin pensar: pensamiento, sicología, evolución personal...