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Mostrando entradas de marzo, 2024

Radiante

El pasado viernes al verte te identifiqué con el calificativo de radiante. <aburrido> Estabas delante de mí y vi cómo te acercabas para decirme donde sentarnos. Lo tenías todo controlado. La verdad, el restaurante estaba ligeramente tranquilo en comparación con lo que es habitualmente. Estaba suspirando para mis adentros qué guapa, qué hermosa. Estás radiante. Radiactiva como tus ojos azules. Azules cian que me derrumban mis defensas. Azules que me ruborizan y me hacen sentir, no sé, celestial. Lo de celestial es una frikada que me vino en forma de recuerdo grabado, pero solo me acuerdo de la musicalidad y la tontería cuando unos amigos y yo lo pronunciábamos así: ¡Celestiaaaalll! ¡Celestiaaaalll! Como si de un cuerno in crescendo se tratase. Cada vez que te veo me abres las puertas del cielo, me iluminas el camino, me ilusionas, me inspiras. Pero me quedo boquiabierto, sin palabras, en modo recesivo ante la espiritualidad superior que transmites cuando te veo. Soy un mén

¿Morbo?

  ¿Morbo? ¿Qué te puedo decir? ¿Qué puedo contar que no te intimide, ni te avergüence pero que te haga picar la curiosidad? ¿Qué sentido tiene hablar del pensamiento, si dejamos a un lado las sensaciones o el placer? ¿Por qué dentro del pensamiento racional la inclusión del placer y todo lo que conlleva lo dejamos a un lado? Con frialdad surgen soluciones muy claras, pero en caliente, las emociones nos confunden, y además son los cúlmenes que nos hacen crear los recuerdos positivos y los negativos: Pasión, química, locura, sentimientos, dualidad, trialidad, grupalidad, sociabilidad... Sonrisas, risas, risas compartidas, carcajadas, alegría, ... Hay actos que, como tal, los tenemos muy mitificados: "sexo" uuuh!  ¿Qué conlleva el "sexo"? Disfrutar de la potencialidad de una relación y resumirlo en un momento culmen compartido por dos personas... Después las supuestas consecuencias del disfrute, goce... Pero actualmente eso es más circunstancial. ¿Qué pasa

El abuelo

 Estos días me puse a leer un libro que me recomendaron.  Empecé a leerlo y, la verdad, es que no me entusiasmó, pero según leía empecé a disfrutarlo porque habla un poco de ecología y de otras cosas relacionados con la biología en general que a mí siempre me gustó. Ahora mismo estaba leyendo de árboles y algún tipo de pájaro... el problema fue que leyendo de esto se me vinieron un montón de imágenes de mi abuelo, plantando árboles, trasplantando otros, cambiando la dirección de regos para que el prado estuviera verde, para que la hierba creciera y pudiéramos segarla para las vacas. Me acordé de los domingos que después de comer íbamos a buscar leña para después cortarla y poder cocinar.  Ese tiempo, es pasado y sin embargo, me vino la tristeza en el buen sentido, la emoción, la ternura del recuerdo del abuelo sabio y tierno sin intención de ello, callado pero que disfrutaba viéndonos correr y hacer mal. El abuelo contemplativo que se tiraba las tardes en el prado con las vacas