El pasado viernes al verte te identifiqué con el calificativo de radiante. <aburrido> Estabas delante de mí y vi cómo te acercabas para decirme donde sentarnos. Lo tenías todo controlado. La verdad, el restaurante estaba ligeramente tranquilo en comparación con lo que es habitualmente. Estaba suspirando para mis adentros qué guapa, qué hermosa. Estás radiante. Radiactiva como tus ojos azules. Azules cian que me derrumban mis defensas. Azules que me ruborizan y me hacen sentir, no sé, celestial. Lo de celestial es una frikada que me vino en forma de recuerdo grabado, pero solo me acuerdo de la musicalidad y la tontería cuando unos amigos y yo lo pronunciábamos así: ¡Celestiaaaalll! ¡Celestiaaaalll! Como si de un cuerno in crescendo se tratase. Cada vez que te veo me abres las puertas del cielo, me iluminas el camino, me ilusionas, me inspiras. Pero me quedo boquiabierto, sin palabras, en modo recesivo ante la espiritualidad superior que transmites cuando te veo. Soy un mén
Mil cosas escritas sin pensar: pensamiento, sicología, evolución personal...