Mirando por la ventana. Pensando en cosas mientras tomo un café, solo, sentado, en un lugar tranquilo y vacío. Además del vapor del café caliente, un periódico del día anterior es lo único que me sirve de refugio ante la mirada impertinente del camarero. Todavía sigo esperando a alguien que me cambie el semblante, pero ella no ha llegado. Continúo con el café, sorbo a sorbo, pero ya no quema. El tiempo de esperar se está acabando y me siento un poco triste, mas bien, melancólico. El camarero sigue atento a mi. Cojo una moneda de mi bolsillo y empiezo a jugar con ella dándole vueltas cuando de repente me entra ansiedad acompañada de una idea, me levanto rápidamente, y lanzo el euro al aire dando vueltas, en ese momento, se ha ralentizado el tiempo y a mi se me ilumina la cara. Salgo por la puerta y empiezo a correr para hacer lo que tengo que hacer mientras el camarero un poco después de ser agredido por el euro asesino, se agacha a cogerlo (el muy burro no fue capaz de pillarlo