No estoy entusiasmado, todo parecía fácil en esta rutina. Estoy aquí, una vez más, sentado, intentando escribir algo. Lo único que estoy sintiendo es la sensación de que el pensamiento derivado de el tiempo dedicado en las hojas no se agota, se agota mi cuerpo y mi cerebro a la hora de expresarme. Siento que el cerebro quiere más, y que no lo doy saciado con las palabras que transfiero al papel virtual o de celulosa clareada. Esta sensación es temporal, pero necesito decir todo lo que tengo en mi interior, necesito hacer un montón de cosas y se me hace pequeña la vida. Cuando otras personas nos imponen realizar un trabajo es como que nos cuesta y, sin embargo, si las hacemos por propio modus operandi, (o algo así). Nos dejamos llevar. La dificultad de trasladar todo esto a la cabeza es que el cuerpo y las pequeñas molestias se acentúan en el proceso. Sentimos dolores, pinchazos de determinada vértebra o músculo. Anotación: tengo que aprender vocabulario del aparato motor (musculatur
Solo oír la palabra odio me revuelve el estómago. Simplemente introduciendo el odio hacia una persona, me duele en el alma. Solo cuando escuchas la palabra odio en la boca de alguien empiezas a conocer a alguien, se integra en uno mismo, en el interior, empiezas a sentir que la estás calando, que sabes de que pie cojea que tiene dolor que proviene de algún sitio. Pero esas palabras también inundan el corazón. Duele escuchar eso de otra persona y más sentirlo. En su razonamiento es factible todo ese odio y sin embargo, no me creo que toda la maldad que sintió en su momento por otra persona solo se debiese a la otra persona. Me explico, sí, existen personas que para conquistar el corazón de otras hacen teatro se convierte en algo que no son o actúan. Sí, existen personas que con amor quieren ser mejores personas, ocultando todo lo malo que sienten que pueden ser. Pero, tal vez, ese esfuerzo por ser mejor persona o aparentar mejor persona puede adquirir una constancia y con tiempo