El pasado viernes al verte te identifiqué con el calificativo de radiante. <aburrido>
Estabas delante de mí y vi cómo te acercabas para decirme donde sentarnos. Lo tenías todo controlado. La verdad, el restaurante estaba ligeramente tranquilo en comparación con lo que es habitualmente.
Estaba suspirando para mis adentros qué guapa, qué hermosa. Estás radiante. Radiactiva como tus ojos azules. Azules cian que me derrumban mis defensas. Azules que me ruborizan y me hacen sentir, no sé, celestial. Lo de celestial es una frikada que me vino en forma de recuerdo grabado, pero solo me acuerdo de la musicalidad y la tontería cuando unos amigos y yo lo pronunciábamos así: ¡Celestiaaaalll! ¡Celestiaaaalll! Como si de un cuerno in crescendo se tratase.
Cada vez que te veo me abres las puertas del cielo, me iluminas el camino, me ilusionas, me inspiras. Pero me quedo boquiabierto, sin palabras, en modo recesivo ante la espiritualidad superior que transmites cuando te veo. Soy un méndigo de tus bondades. Soy un esclavo de mis sentidos que sienten por ti lo inexplicable.
Desprendías, emanabas energía que fluctuaba alrededor tuya como si de un personaje de manga se tratase. Brillaba tú piel de forma especial, aunque yo era el único en verlo de verdad... no era capaz de mirarte directamente, pero me quedaba maravillado entre pausas de la conversación elocuente que mantenía con mi compañero de trabajo y el fondo en el que estabas tú desplazándote con ahínco, haciendo todo de manera especial, todo de manera espectacular, todo mejor que siempre.
El viernes vestías ropa nueva y de calidad, un pantalón vaquero oscuro que te marcaba bien tú cadera y que se amoldaba a tus andares. Llevabas puesta una camiseta clara, que diría que era blanca o de algún color frío como azul claro, aunque me fijé más en tus hombros liberados que parcialmente estaban bronceados a los que todavía hoy desearía poderlos besar con labios suaves y melosos.
Nada, me pierdo en la descripción mientras el tiempo se consume, mis miedos me aplastan emocionalmente para de alguna manera ocultarlas y difuminarlas mientras tú sigues existiendo, lo que implica que todavía quiero creer en una ligera posibilidad de ser una persona cercana a ti.
Soy el aire que viaja por un montón de lugares y se pausa cada vez que te ve para de alguna forma absorber tú esencia y así seguir disfrutando del equilibrio que me transmites sin saberlo.
Gritaría para que me escucharas lo que tengo que decirte, soy un humano deshumanizado por culpa de avergonzarme de los sentimientos que siento por alguien desconocido que me atrajo casi al instante después del primer vistazo. Estoy inundado de retazos de bondad que me recubren, que me hacen sentir especialmente despierto y a al mismo tiempo ahogado porque tengo miedo a quererme para quererte. Intento aprender, intento aprender...
Gracias, porque <esto es muy redundante> haces que quiera ser mejor persona. Frase mítica de Jack Nicholson en la película "Mejor imposible".
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