Me miro después de ducharme y veo condensación pegada al espejo.
Espero y veo una barriga hinchada estirada y deforme que sigue ahí tras días de sesiones de ejercicio intensas.
Me miro y no reconozco lo que pasó sobre ese cuerpo que está ahí medio parado, parece inerte. Parece que está al final del camino sin ganas de recuperar la postura.
No veo arrugas, no veo estrías, no veo desgaste porque la vista empieza a desfallecer y ya no se fija en las pequeñas cosas, solo generaliza en los aspectos más marcados y solo ve imperfecciones y destellos borrosos.
Mi sentido de la vista solo ve angustia. Mi vista se queda corta, no encuentra belleza en la textura de la piel, ni ve detalles de penurias, alegrías, aventuras, miedos que de joven veía mirando para los mayores. Los mayores eran mayores pero eran bonitos, tenebrosos, inmensos para una vista principiante, la que tuve en su tiempo.
Ahora me miro al espejo y veo falta de vida, veo un cuerpo inerte.
Antes veía a abuelos duros, que se curtieron con el paso de los años y con mucha experiencia y sabiduría. Ahora me miro y no veo ese espíritu que aportaba aquella gente mayor: no veo aquello que aportaban esos brazos duros y sufridos, esos brazos rocosos que mantenían un portento de antaño. Esos cuerpos menos ágiles pero con experiencia. Esos pies destrozados por zapatos de piel dura y agrietada por el paso de agua, calor y pintura. Pies callosos que no sentían ese dolor del que se acostumbraron pero que sin embargo, se tocaban en mal sitio resintiéndose como si de cimientos de una casa antigua, agrietada; a punto de reventar.
Oculto horrores dentro de un recipiente que es mi cuerpo. Un cuerpo que le ataca la herrumbre debido a todos los vicios, malas costumbres, pero sobre todo al pasar del tiempo. Un cúmulo de vacíos en mí y de vez en cuando alguna que otra experiencia que se queda en el limbo del vacío. Ese cuerpo un día los liberará y solo quedarán en algunas cabezas que me quisieron o odiaron.
Sigo mirando al espejo. Todavía reflejo algo de juventud, algo de espíritu, algo de potencial, algo dentro de mí todavía florece. Todavía la experiencia no me nubla por completo el sentido de la vista.
El espejo muestra todo pero solo veo lo que quiero ver. Buff, miro a mi cara y veo oscuridad, falta de empatía, mucho egocentrismo, poca confianza y algo de coqueteo. Cuanta seguridad en mi mismo desaparece en el espejo.
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