Cosas, cosas y
más cosas.
En la vida están
las cosas que pasan por cosas y las que tienen que pasar.
Llevo un par de
días con dolor de cabeza. No es matador, pero es cojonero, me duele y punto.
Ese dolor se
extiende desde la parte posterior superior izquierda hasta el cuello. Es un
dolor que con el entretenimiento no se siente, ni se sostiene, pero en el momento
que lo recuerdas, lo notas. Igual que con los picores en la piel, si estás
pensando en ellos, es inevitable que piquen y que rasque, pero estando a otra
cosa no pasa nada.
El mundo es
dolor, el cuerpo nos prepara para protegernos y si hay algún tipo de dolor es
que hay algún tipo de problema. Es así de sencillo.
Me siento
endeble, me siento cansado, me siento apático y sin fuerza.
Continúo como el
fluir del agua por el cauce de un río en verano... despacio, de mala gana y la
mitad se evapora.
¿Hay que vivir el camino?
…
Me sigue
doliendo, también me duelen las articulaciones, las fracturas pasadas y las
pequeñas micro lesiones del fútbol... puñetero fútbol.
Y todo esto no es
impeditivo, y todo esto, implica estar al pie del cañón, enfermo, pero no
enfermo. Dolorido, pero no incapacitado. Apestado, pero no impedido. Feliz y tranquilo,
pero no contento.
Dolores blanditos
que se van, ni se quedan.
Después están
esos escalofríos que me recorren el cuerpo como si de mucha cafeína se tratase
pero que no es cafeína ya que llevo varios días sin tomarla. Quizá todo esto
sea desintoxicación, que relajación y tranquilidad llevo.
, en el fluir, perdido en mi mundo, en mis ideas; flores en jardines y
rojas mazanas en los árboles. Empiezo a soñar, empiezo a tener pesadillas, mis
peores pesadillas no son escenas de violencia o de trocitos de carne y
sangre... mis peores pesadillas es una inmensidad de blanco, una inmensidad de
vacío. Vacío que siento muy a menudo en mi cuerpo, pero... no es otra cosa que
pensar que no existo y existo a la vez.
Cuanto más
pienso, cuanto más escribo, más siento que no estoy tan muerto.
Me vuelvo ñoño,
me vuelvo insípido como una mandarina vieja y seca que se perdió de comer
durante el otoño, también de podrecer… y quedó ahí, sin pena ni gloria... hasta
que mis uñas se introdujeron en su piel y la rasgaron de su carne con cierta
delicadeza para que no sangrara el poco de zumo que tenía. Después, la fui
descarnando en gajos hasta que los introduje en la boca, el tacto y la falta de
sabor me los obligó a retirar de la boca... porque, aunque no parecían insípidos,
sí que lo fueron.
Ahora cesó un
poco el dolor... mierda... todavía sigue ahí... atascado... obstruido en parte
de mi cabeza... y está ahí presionándome como si de un dedo sujetase el agujero
de una botella para detener la hemorragia de agua... parece que la detiene,
pero se va escapando lentamente... la botella pierde peso y termina vaciándose.
Vuelvo al
vacío... y me doy cuenta de que tengo hambre o sed... Y ahora me recuerdo de
las galletas rellenas de crema que tan bien me saben y que tanto quiero evitar
para que no me hagan daño... al día siguiente, después de haberlos tomarlas me
hacen sentir como una bola a punto de estallar... y con el paso de la mañana me
voy deshinchando, volviendo a estar un poco mejor.... aunque eso no es
demasiado ya que, como un globo hinchado que se acaba de deshinchar, queda todo
estirado siendo complicado de que este globo se recupere quedando con colgajos
y muchas veces con estrías como si de mi piel se tratase.
¿Por qué estoy
escribiendo esto? No lo sé. Dicen que antes de morir hay una explosión de ideas
casi infinita... ahora lo estoy verificando. ¿Cómo? Pues muy fácil, mirando de
vez en cuando el reloj y viendo que el tiempo no pasa pero que, sin embargo, el
texto aumenta desmesuradamente.
Tengo mucho miedo
a la muerte, tengo terror. Tengo tantas dudas de que esté haciendo lo correcto
que creo que me estoy dejando ir, y, sinceramente, no me quiero dejar ir.
Ahora veo como se
me mueven las superficies de objetos estáticos, veo borroso... ¿qué es esto?
Me pica la piel
se me sensibilizan los sentidos y sigo escribiendo de forma egocéntrica...
describiendo mis sensaciones... todo es mi mi mi , yo yo yo.
En algún tiempo
me gustaron los yoyos, el algún tiempo, miraba por los demás... recibí muchas
patadas que me hicieron más mala persona... pero todavía quiero pensar que no
soy demasiado malo, ni interesado, tengo cierta esperanza.
¿Sabes por qué
tengo esperanza? Porque, aun ayer, me puse a mirar para el cielo viendo la
inmensidad del universo, viendo que toda esa inmensidad me hace a mi pequeño
pero ese tamaño a mí me hace especial único frente a tantas estrellas y
planetas y vacío.
¿Por qué soy
especial? Porque tengo esperanza... la gente está acomodada, cegada, pero igual
que yo analiza lo que ve y ese análisis es importante... porque nos ayuda a
dudar de las certezas que tenemos a diario.
Dolor... se me
debilita, estoy mejor. Acabo de perder estrés gracias a este popurrí de
palabras, que bien me hace hablarme a mí mismo.
Últimamente estoy
raro, no hablo con nadie, solo, conmigo mismo. Mierda de personalidad.
Me quedo solo,
porque me desespero... me quedo solo porque quiero.
Sigo siendo egoísta,
sigo elucubrando. Sigo a la espera de mi muerte. Que miedo tengo pensar que
algún día dejaré de existir igual que cuando empecé a existir a elucubrar.
Tanta ignorancia
tengo, tantos defectos en mis pensamientos, en mi obra, en mi actitud.
¿Por qué sigo
compadeciéndome? Dicen que autocompadecerse, implica debilidad, implica que
lanzas balones fuera. Que buscas una solución al problema por medios externos a
uno mismo.
Como diría algún anónimo, la solución siempre pasa primero por uno mismo y luego ya veremos.
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