No leo.
No soy escritor. Me gusta plasmar mis pensamientos en papel.
No me inquieta la lectura porque me distraigo con mucha facilidad.
Pierdo el tiempo en otro tipo de ocio: deporte, videojuegos.
Pierdo el tiempo leyendo en internet, pierdo el tiempo garabateando papel en blanco.
Me gusta la pintura. Me gusta eso que hacen los pintores con el color, ese juego que hacen con la luz del entorno donde está espuesta la obra consiguiendo sensaciones. Me gusta esas sensaciones que se apalpan y que pueden iluminar de forma especial.
Me gusta el cine. Disfruto de esos pequeños momentos que se hacen grandes gracias a la mezcla de silencio, música, imágenes, diálogos que se transforman en una experiencia especial: una explosión de los sentidos que transciende en mis recuerdos.
Así es, me convierto en algo que aburre hasta a un santo. Mis frases son simples, sin poder; son rugosas, sin pulir; sin coalición con las adyacentes. Están ahí, intentando llegar a algo pero se paralizan porque falta ese toque especial que tiene un profesional con pasión.
Me falta la dedicación, la constancia...tengo imágenes, emociones, ideas que expresar.
Me falta vida por vivir,... pero tengo tiempo para compensarlo.
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