Tras muchos años en la ciudad me doy cuenta que todo ciudadano esconde algo de lo que se avergüenza. Cada una de las familias son una mentira que oculta el carácter destructor de un conjunto que se llama ciudad "Puerta".
Estamos hacinados en nuestros hogares con miedo a la muerte aunque hace mucho tiempo que perdimos la esperanza (...todavía protegemos a los nuestros de lo que nos acecha). Sabemos que tenemos miedo. Sabemos como protegernos pero no sabemos sobreponernos a esta sensación. La ciudad se derrumba y nosotros temblamos ante ello.
La rutina del día a día nos envuelve, unos pocos tienen trabajo y el resto sobrevive con la ayuda del gobierno: Nos aporta un hogar y alimento. Pero se olvidan de darnos algo que es más importante: "el deseo de ser alguien en la vida". ¿Qué sentido tiene la vida cuando pierdes todo por lo que has luchado?
Somos más de medio millón de habitantes y solo el 10% se siente lleno. El resto ve como se destruyen los vecinos con el alcohol y las drogas que hace más de veinte años que son legales. Antes eran un desahogo que daba la felicidad. Ahora es la enfermedad que silencia los pensamientos del individuo.
Los medios de comunicación son la tercera droga que inundan de tristeza y desolación las mentes de los más lentos. Las promesas y las mentiras son las segunda droga que apacigua el deseo de ser alguien de los muchos que lucharon por vivir con dignidad social y tranquilidad moral.
De cada cien nacidos, veinte son reclutados para hacer soldados que nos protegerán de la maldad que generamos al otro lado de los muros donde, antes, la naturaleza perduraba frente a la tecnología pero, ahora, la destrucción y la contaminación envenenan el ambiente.
Tenemos máquinas que producen oxígeno, tenemos máquinas que absorben la energía que proviene de vientos huracanados y de la radiación solar diaria. Tenemos máquinas que purifican el agua y enormes cúpulas en donde se produce biomasas para alimentar a nuestras fábricas de alimentos.
Hace tiempo que la vida natural no existe.
Estamos hacinados en nuestros hogares con miedo a la muerte aunque hace mucho tiempo que perdimos la esperanza (...todavía protegemos a los nuestros de lo que nos acecha). Sabemos que tenemos miedo. Sabemos como protegernos pero no sabemos sobreponernos a esta sensación. La ciudad se derrumba y nosotros temblamos ante ello.
La rutina del día a día nos envuelve, unos pocos tienen trabajo y el resto sobrevive con la ayuda del gobierno: Nos aporta un hogar y alimento. Pero se olvidan de darnos algo que es más importante: "el deseo de ser alguien en la vida". ¿Qué sentido tiene la vida cuando pierdes todo por lo que has luchado?
Somos más de medio millón de habitantes y solo el 10% se siente lleno. El resto ve como se destruyen los vecinos con el alcohol y las drogas que hace más de veinte años que son legales. Antes eran un desahogo que daba la felicidad. Ahora es la enfermedad que silencia los pensamientos del individuo.
Los medios de comunicación son la tercera droga que inundan de tristeza y desolación las mentes de los más lentos. Las promesas y las mentiras son las segunda droga que apacigua el deseo de ser alguien de los muchos que lucharon por vivir con dignidad social y tranquilidad moral.
De cada cien nacidos, veinte son reclutados para hacer soldados que nos protegerán de la maldad que generamos al otro lado de los muros donde, antes, la naturaleza perduraba frente a la tecnología pero, ahora, la destrucción y la contaminación envenenan el ambiente.
Tenemos máquinas que producen oxígeno, tenemos máquinas que absorben la energía que proviene de vientos huracanados y de la radiación solar diaria. Tenemos máquinas que purifican el agua y enormes cúpulas en donde se produce biomasas para alimentar a nuestras fábricas de alimentos.
Hace tiempo que la vida natural no existe.
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