Vivo en una burbuja, mi cuerpo, mis sentidos. El placer lo obtengo de mis entrañas. Las circunstancias de mi contorno ayudan a ponerme en situación. La mente está encarcelada.
Tengo necesidad de desarrollar o encontrar nuevos periféricos para poder realizar más cosas simultaneamente. Yo voy lento porque no tengo otra alternativa.
También, los días se hacen cortos. Cuando uno madura o envejece, creo que le es necesario que la Tierra gire más lento a gusto de cada uno; o cada ser humano debería ser más veloz a su gusto. Pero la velocidad se adquiere intentando ser rápido, sin embargo, los humanos, como yo, nos adormilamos mientras que vemos correr a otros que dominan su ritmo, su vida.
Me siento lento para la velocidad del día a día.
Envejezco y no se como disfrutar ver pasar el tiempo. Me doy cuenta de que no tengo en mi haber actual nuevas experiencias. Hasta hace poco, el ordenador me a dado todas las nuevas experiencias que deseaba pero, ahora, me doy cuenta que para descubrir se necesita explorar, como cuando éramos pequeños.
Cuando era niño no había puertas cerradas para mi y las que estaban cerradas, las abría con cierto temor.
Ahora impongo mis límites y esas puertas están cerradas, siendo, yo incapaz de abrirlas por el miedo a ver lo que hay en su zaga.
Soy un triste que vive en su burbuja, ahora más amplia que nunca pero en la que escasea, últimamente, aire fresco.
El riesgo existe siempre, el tiempo para someternos a él es finito. Tenemos que someternos, arriesgarnos a estar próximos al peligro.
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