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Dentro de la ciudad 2

Habitación espejo
Continuaba en la sala de reflejos. El tiempo no pasaba. Me imaginé un reloj y apareció un reloj. Las agujas estaban paradas, parecían ser las 12:30h, luego 03:45h. Mi perspectiva sobre el reloj cambiaba sin cesar. Pero los segundos no querían pasar. Seguí mirando para el reloj, fijamente, hasta que los ojos me empezaron a picar. Parpadeé el reloj se convirtió en uno digital. Al pasar unos segundos, volví a parpadear, recuperó el estado original. Me estaba extresando, me sentía inquieto, la calma que solía tener en mi interior... la perdí en ese instante. Me puse a correr hacia delante, en linea recta. Pero no avanzaba metros. Volvía a ver el reloj.

... pensé en sentarme, estaba sudando. Al final decidí tumbarme, me tumbé en el suelo. Me di cuenta que el suelo era blando y esponjoso pero me podía ver en él. No entendía nada. Recordé las películas de espías, de toda la vida, acordándome de las salas de interrogatorio en las que encerraban a la gente. No me estaban haciendo preguntas.

Empecé a escuchar voces dentro de mi cabeza. También escuche risas. No veía a nadie cerca de mi. Pensé, quizá esté soñando o durmiendo. Quizá me esteen tratando con drogas y ahora mismo están cerca de mi.
¿Cómo podré despertar? Tengo que reaccionar rápido. Que se yo.

En la habitación había unos doctores vestidos con monos verdes ajustados que le marcaban los cuerpos. Continuaban sus risas disimuladas. Simplemente, se reían, por la insistencia, de ese hombre, para escapar de esa habitación, de ese sueño. Pero ellos habían tocado el oído del hombre sabiendo que no haría más que dar vueltas, ahora, no tenía equilibrio.

Estaba despertando, pero todo continuaba dando tumbos. Parecía que flotaba y en ese momento desapareció la habitación de espejos. Sabía que ese era el momento de reaccionar con virulencia y sin miedo. Me di cuenta que mi probabilidades de escapar con éxito iban a ser excasas. Ahora, sentía que estaba en una constante caía hacia el suelo pero sin caída. Cerré los ojos pero mi cuerpo me engañaba. El sonido se distorsionaba. Me relagé y esperé. Continué con la espera, haciéndome el dormido para que mi oportunidad de escape no se desvaneciera. Al menos, sabía que estaba prostado en un sillón cómodo, por su ergonomía y suavidad se le parecía a un asiento donde ponen los dentistas a sus enfermos.
Mantuve una respiración silenciosa y relajada. También los ojos  los tuve cerrados.
Pasaron más segundos y los efectos de lo que me metieron no desaparecían. Dudaba de mis posibilidades de escape. Pensé que el tiempo me estaba resultando eterno. No podía apurarme, debía ser eficaz en mi huída.


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