
También cuando jugábamos pensábamos que éramos los protagonistas de Oliver y Benji. Cuando tenía un nuevo balón pensaba que era el mejor del mundo y lo cuidaba como si fuera a durar toda la vida porque en la tele solo se veían balones nuevos; dándome cuenta de que la realidad era otra después de muchos balones nuevos. Cuando el balón estaba viejo jugábamos a reventarlo porque esperábamos que nos compraran otro nuevo y bonito. Los niños y los no tan niños somos caprichosos y no nos damos cuenta de la realidad. La realidad es que todo se hace viejo, la realidad es que nada dura para siempre. La realidad es que la felicidad es corta y las cosas pequeñas, los detalles, la naturaleza, la tecnología, la belleza de un buen edificio y la aspereza de una pared rugosa es lo que tenemos. También tenemos el amor y los sentimientos... pero sabemos también que polvo somos y en polvo nos convertiremos.
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