Siempre me gustaron los Lacasitos y después de tantos años me doy cuenta que todos los Lacasitos saben igual. Cuando era pequeño comía un Lacasito rojo pensando que tenía un cierto sabor a fresa y tomaba uno marrón porque pensaba que se iba a intensificar el sabor del chocolate y la realidad es que todos saben bien por igual... son igual de dulces cada uno de ellos y destiñen un poco en las manos calientes. Cuando somos pequeños creemos cosas que cuando somo grandes descubrimos que son totalmente distintas. Como cuando veíamos el arroz inflado chocolateado en las cajas un poco más grande de lo normal... yo siempre pensé que aumentaban de tamaño cuando se vertían en la leche y lo único que pasaba es que lo endulzaban. Cada vez que compraba los cereales esperaba a que creciesen y miraba para ellos deseoso de que la magia se iniciase.
También cuando jugábamos pensábamos que éramos los protagonistas de Oliver y Benji. Cuando tenía un nuevo balón pensaba que era el mejor del mundo y lo cuidaba como si fuera a durar toda la vida porque en la tele solo se veían balones nuevos; dándome cuenta de que la realidad era otra después de muchos balones nuevos. Cuando el balón estaba viejo jugábamos a reventarlo porque esperábamos que nos compraran otro nuevo y bonito. Los niños y los no tan niños somos caprichosos y no nos damos cuenta de la realidad. La realidad es que todo se hace viejo, la realidad es que nada dura para siempre. La realidad es que la felicidad es corta y las cosas pequeñas, los detalles, la naturaleza, la tecnología, la belleza de un buen edificio y la aspereza de una pared rugosa es lo que tenemos. También tenemos el amor y los sentimientos... pero sabemos también que polvo somos y en polvo nos convertiremos.
También cuando jugábamos pensábamos que éramos los protagonistas de Oliver y Benji. Cuando tenía un nuevo balón pensaba que era el mejor del mundo y lo cuidaba como si fuera a durar toda la vida porque en la tele solo se veían balones nuevos; dándome cuenta de que la realidad era otra después de muchos balones nuevos. Cuando el balón estaba viejo jugábamos a reventarlo porque esperábamos que nos compraran otro nuevo y bonito. Los niños y los no tan niños somos caprichosos y no nos damos cuenta de la realidad. La realidad es que todo se hace viejo, la realidad es que nada dura para siempre. La realidad es que la felicidad es corta y las cosas pequeñas, los detalles, la naturaleza, la tecnología, la belleza de un buen edificio y la aspereza de una pared rugosa es lo que tenemos. También tenemos el amor y los sentimientos... pero sabemos también que polvo somos y en polvo nos convertiremos.
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