Un día oscuro, un día antes del fin del mundo.
Un lugar en ese mundo, un pueblo oscuro y desolado. Nubes oscuras y polvorientas cargadas de rayos.
Ambiente asfixiante y vomitivo. Los edificios en ruinas, desgastados. Un desierto en cuanto a gente respecta. El único movimiento que hay es el viento que hace mover pequeños brotes de hierba que ya salen secas. Las calles están agrietadas y lo único que perturba su imagen son las sombras que se producen por los rayos que atraviesan el cielo hasta caer sobre los edificios provocando un ruido insonoro, no hay nadie para escuchar.
Este lugar desolador se aleja de todo. Es un lugar estraño en un mundo estraño, destrozado pero no en su totalidad. A unos cientos de km de este lugar hay otro en las mismas condiciones y de similares características pero en él parece que hay vida. Hay una decena de hombres que sobreviven gracias a su tecnología. Viven en la alcantarilla en una especie de grupo familiar en el que hay un padre y una madre que son los que mandan. Viven ahí por miedo a los derrumbes aunque ellos no saben que tampoco es seguro estar allí o al menos se hacen los locos. Su tecnología está compuesta por restos de ordenadores y pantallas planas y aparatos que los fueron creando con materiales que quitaron de motores de coche, de antiguas empresas de telecomunicaciones, hornos microondas. La realidad es que parece chatarra pero con esta tecnología logran obtener vegetales para sobrevivir y también agua potable. La energía la obtienen de los rayos de tormenta, bastante frecuentes, pero no siempre suficiente y de caudal irregular que por norma almacenan en pequeñas baterías que consiguieron de ordenadores portatiles o automóviles.
El padre y la madre, como he dicho, son los jefes porque tienen una gran cantidad de conocimientos.
De vez en cuando hacen pequeñas espediciones cuando la tormenta y la noche los acompaña, en busca de combustibles fósiles, en busca de material que le de energía suficiente para sobrevivir en las condiciones que viven. Las espediciones son el pan de cada día, suele haber una espedición cada dos semanas o incluso más. Están casi siempre preparando el material y cargándolo de energía. Tienen aparatos de rastreo, tienen un par de vehículos y alguna que otra pala, palanca, y contenedores para guardar las sustancias energéticas...
Un lugar en ese mundo, un pueblo oscuro y desolado. Nubes oscuras y polvorientas cargadas de rayos.
Ambiente asfixiante y vomitivo. Los edificios en ruinas, desgastados. Un desierto en cuanto a gente respecta. El único movimiento que hay es el viento que hace mover pequeños brotes de hierba que ya salen secas. Las calles están agrietadas y lo único que perturba su imagen son las sombras que se producen por los rayos que atraviesan el cielo hasta caer sobre los edificios provocando un ruido insonoro, no hay nadie para escuchar.
Este lugar desolador se aleja de todo. Es un lugar estraño en un mundo estraño, destrozado pero no en su totalidad. A unos cientos de km de este lugar hay otro en las mismas condiciones y de similares características pero en él parece que hay vida. Hay una decena de hombres que sobreviven gracias a su tecnología. Viven en la alcantarilla en una especie de grupo familiar en el que hay un padre y una madre que son los que mandan. Viven ahí por miedo a los derrumbes aunque ellos no saben que tampoco es seguro estar allí o al menos se hacen los locos. Su tecnología está compuesta por restos de ordenadores y pantallas planas y aparatos que los fueron creando con materiales que quitaron de motores de coche, de antiguas empresas de telecomunicaciones, hornos microondas. La realidad es que parece chatarra pero con esta tecnología logran obtener vegetales para sobrevivir y también agua potable. La energía la obtienen de los rayos de tormenta, bastante frecuentes, pero no siempre suficiente y de caudal irregular que por norma almacenan en pequeñas baterías que consiguieron de ordenadores portatiles o automóviles.
El padre y la madre, como he dicho, son los jefes porque tienen una gran cantidad de conocimientos.
De vez en cuando hacen pequeñas espediciones cuando la tormenta y la noche los acompaña, en busca de combustibles fósiles, en busca de material que le de energía suficiente para sobrevivir en las condiciones que viven. Las espediciones son el pan de cada día, suele haber una espedición cada dos semanas o incluso más. Están casi siempre preparando el material y cargándolo de energía. Tienen aparatos de rastreo, tienen un par de vehículos y alguna que otra pala, palanca, y contenedores para guardar las sustancias energéticas...
Comentarios
Publicar un comentario