La muy coqueta no dejaba de tocarse el pelo y mirarse al espejo... eso indicaba espera, impaciencia, deseperación, no llegaba su querido. Él nunca le hacía caso, siempre se olvidaba de ella.Siempre se recordaba de él, cada vez que le faltaba, ella pensaba más en él: en sus ojos, en su sonrisa (como fruncía esa boca y dejaba ver esas arrugas seductoras), en su pelo largo y bien colocado siempre. Él, sin embargo, nunca pensaba nada en ella. Estaba en sus cosas, el deporte que practicaba, el equipo que le gustaba... y de vez en cuando se recordaba de la niña del paño rosa enroscado en su largo cuello, su pelo recogido, su cara redonda pero sin perder su extensión alargada, su piel pálida, rosada, suave (le ponía la piel de gallina cada vez que se rozaba)... sus estilizadas curvas que jugaban con la vista hasta llegar a la cara... con la que se quedaba paralizado de lo bonita que era... ojos grandes que te miraban con temerosidad pero con cierta ternura y emoción..., boca carnosa pero delicada, acompañada por unos pequeños coroletes que la hacían más humana. La chica era bella y además tenías un voz dulce y segura... siempre que la escuchabas se hacía conocida de algo. Esa familiaridad en la voz hacia que esa persona fuese quien debería ser... la mujer de su vida.
Después de un largo recorrido por un camino largo y tortuso un grupo de forajidos se encuentra en frente de una compuerta cerrada. Ellos pararon y esperaron un rato a ver si salía alguien a recivirlos. No podían creer que la puerta estuviese cerrada. La última vez estaba abierta y los colegas que vivían allí los recibieron con los brazos abiertos. Bueno esperaron un rato y uno de ellos se cansó y empezó a dar golpes a la piedra como un animal cabreado. Con la empuñadura como ayuda para intentar roperla a golpes. Otro de ellos (Lucas) se calentó con el pardillo loco que estaba golpeando la roca (Nicolás) y le dio un pequeño golpe con su maza a dos manos, que le asentó la cabeza... en ese momento Nicolás entró en razón. Lucas después de recoger su maza y limpiarla de unas gotitas de sangre de la nariz de su gran amigo Nicolás, saludó a la puerta recordando películas en la que la puerta habla y todo. -¡Hola! -¡Bienvenido! -¿Me puedes abrir? -Pues claro, a verlo dicho antes. -Gracia
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